martes, 26 de febrero de 2008

Reflejo anónimo.


Todo el cansancio no cabe en sus palabras
Sólo observa a la gente que camina
Ruidos que avanzan como espadas
Sueños que se acaban
Ojos que buscan en sus ojos una duda
Manos que buscan en sus manos una herida, no un saludo.
Sombras que le acosan
Rayos que dibujan una pena en su cansancio
Nada controla por esta calle que no es suya.

Para ti son estas líneas que no leerás:
Sin pies ni cabeza se va plasmando el deseo de contarte que me entrego preocupado a tu locura, a ese viejo padecer de nuestra trama que se repite en tiempos duramente humanos.
Quizá nunca comprendas que soy quien tiene que llenarte los ojos de verdades lascivas con letras de un drama que a veces me entristece.
Por que te veo el cansancio de un viernes, buscando en tu vida los intentos que has comenzado más de cien veces. Por cada empiezo una imposibilidad que no alcanza para tu razón, una libertad que se desvanece, que se asusta de verte, incomprensible e indescriptible.
Te veo en los días que unas simples horas no pueden curar, aunque sean las más esmeradas y llenas de optimismo. (A veces también quisiera ser doctor.) .
sientes que no hay remedio, que todos los intentos no van más allá que pensamientos que se quedan en el olvido y te dejan prisionero, sin la libertad de un día nuevo sin, tomar las herramientas
para continúar apartando piedras, aflojando odios y apretando amores con el afán de reparar lo roto, siempre buscando el motor que mueve la luz.
Estás hecho de lo mismo que yo, (un puñado de casi nada que anda suelto por ahí entorpeciéndose la vida en el compromiso). y perdiéndote en el tiempo que es nuestra verdadera sustancia y que nos distrae esa vida para hacerla más ligera convirtiéndola en una danza inmóvil.
Te siento como una larga franja de color suspendida en el aire, un huracán sin dirección, un haz de luz cada vez más veloz que se representa tan lejos y tan cerca, tratando de mantenerse plasmado en el universo con miedo a ser borrado.
Por eso estas letras urgentes de optimismo, para que sigas luchando por lo que tanto añoras, para expandirte más allá de tus limites ensanchándote el futuro.
Para verte reír en tus breves países de felicidad, sin irte lejos para olvidar los nombres.
Tan solo quiero hablarte de tí, aunque en el intento se me caigan las manos, pues siempre te vas cuando yo llego para dejar de saberme, pero dejando tu rastro brillante ante mí.
Sospecho que se trata de un juego total.

viernes, 1 de febrero de 2008

Sin mapa en una revolución que envejece.

“Prefiero morir de pie que pasar la vida de rodillas”
Emiliano Zapata Salazar.

Es un mito tan poderoso que hasta los más conservadores lo adoptaron. En el siglo XX de México todos eran ya revolucionarios: burgueses e intelectuales, campesinos y burócratas, obreros y tecnócratas. Nublando así los tradicionales límites entre lo revolucionario y lo conservador.

El que guía, el que manda, el que rige a los hombres de guerra. Con la convicción de envolverse en la trampa de su propia soberbia, ventea nuevos vientos para cambiar el rumbo de su vida.
Sin más que una creencia, el revolucionario del tiempo se bate y no se bate, miente y habla con la verdad, rompe sus promesas y las mantiene, se entrega al peligro y huye de él. Se da a conocer y se mantiene anónimo.
No va al río a ver cómo se pudre su primavera, va a buscarle la muerte al enemigo, va a encontrarse con la mentira, solo para ensañarle al malo lo que es bueno.
A caballo dejando a su paso a los traidores, a los vendidos, a los pobres diablos, a esos que hablaban de libertad, justicia e igualdad y no eran más que explotadores. Solo les quedaba ver al campesino armado para esconderse bajo sus botas de petróleo. (Con seguridad más de uno)
Sin clemencia y sin denotar una lágrima moriría ante el tribunal del pueblo que le juzgaría para nunca ser olvidado.