Y a bofetadas limpias los acumulamos en la hoguera.
El fuego en alambique humedecía nuestras retínas
Y la llamarada incandescente iluminaba la ceguera.
Entre los grandes también estaban los pequeños
Entre los más nuevos se consumían los
Viejos
Crujiendo en armonía sobre las piedras del piso
Formando animas que bailaban al compás de las sombras proyectadas en los edificios.
Incapaces de comprender la ira
Nos adentramos poco a poco en el delirio
Aquelarre del humo entre letras encendidas
Entretejido en lo mundano de un
Embrujo inoportuno en equilibrio.
Recordaremos siempre aquel día
En el que nuestra hermosa transgresión
Quedó dignificada
Petrificada en la memoria del tiempo
Qué alcanzaremos en la última hoja iluminada.
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