viernes, 12 de febrero de 2021

Bailarina.

Yo te conocí una mañana de noviembre.
Al pie de una catedral casi hundida 
en la que se cruzaban las palomas con la muchedumbre.
Y las nubes que se agolpaban en desmesura.

Ese día aprendí a entender la danza.
Danza de un solo ser.
Movimientos que se funden con placer en las sombras del piso.
Poesía de huesos y piel que eran tu alabanza.

La punta de tus dedos son signos en aire del infinito
línea de tu espalda en el equilibrio detenida como un sueño entre la espuma.
 
Suave pétalo de luz de luna
página en blanco que partió el cielo por una sonrisa.

En plena plaza gris desangarabas las cornisas.
y el sueño azul de un durmiente sobre las mangas de su camisa.

Giros de armonía que evocaron al ángel caído.
Vaivén de las sábanas en el ejido. 
En el estanque de un jardín de la ladera.
El viejo árbol sucio de una infancia.

Mis ojos se encendieron con tu solemne coreografía. 
Bailarina de encanto y navegante de
Enseuño.
No precisaste de la música para alcanzar tu fantasía
Suave canción de la risa
Frágil mariposa dueña de la primavera en vísperas del invierno. 
Me atrapaste en tu armonía y me tiraste del seño.














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