viernes, 12 de febrero de 2021

El vértigo de la tinta.

Escribe para encontrase a si mismo. 
Y sumergirse en su verdad.

Para entender su esencia desde cero.

No le importa hallar la triste duda.
No rehuye a quemarse en su espejismo
Sin pensar en la rima se arroja hacia el abismo.
Despreocupado por la altura 

Sólo gravita sobre las aguas de su manida.
Sin escapar de su sendero

Lucha para acabar con su elegía
A golpe de tinta y aporreando el tintero.
Alimentando para si el alma impura.

Practíca el equilibrio en los trapecios de luz que brillan en la abadía
Y prefiere hacerlo 
En la soledad de su precipicio.
Para poder recoger los trozos de la caída
Para poder atizar con mezcal su vicio
Y así poder besar el piso.

Hidalgo del amanecer.
Persegudor de la luz del día
que lentamente seca su nocturnidad.
Alcanzando la profundidad de su despeñadero.

Poco a poco sus tragedias se vuelven más floridas.
Y sus desdichas se sientan a tirones en el pensadero.

En sus palabras serpentea el amor.
Fragmentos de alegría entre los tiempos que al final son sólo uno.
Un puñado de arena para tanto mar.
Y un permiso del viento para el simple amor.

Pero poco a poco vuelven sus pasos a su agonía.
En el pozo de aguardiente que se refleja en el crepúsculo.
La lengua que se esteriliza contaminado su tierna naturaleza de manías.

Traza el lienzo de su vida con simbolos de la espesa tinta de sus demonios. 
Crema viscosa de un pulque negro con la que derrama su vida.
Y que lentamente lo arrastra a la muerte literal.

Escribe por lo que le queda.
Como quien pierde algo por quererlo tanto.
Como quien encuentra la paz en la velocidad de la caída.




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